7 de octubre de 2009

Fernando Alonso y el fenómeno antialonsista



La Palma.- Cuando apareció hace unos años la figura de un chaval asturiano en la semidesértica F1 española no se produjo nada especial, no hubo tumultos, ni empujones en los bares para ver carreras. La gente no le hacía ni puñetero caso a la F1. De la Rosa peleaba el hombre como podía entre coches más rápidos que el suyo y recuerdo incluso que un año no nos pusieron la F1 por televisión. Así eran las cosas.
Cuando Alonso empezó a hacer resultados meritorios en Minardi la gente se empezó a fijar en él “este chico es muy bueno, le gana siempre a coches mejores que el suyo, cuida la mecánica como nadie, sabe hacer un buen trabajo con el coche”. Esas eran las palabras de los nuevos aficionados que descubrieron el mundo apasionante que el siempre correcto y gris de la Rosa no les había dado. La temporada 2001 en Minardi se acababa y Briatore se dispuso a recuperar a su piloto (que había cedido temporalmente a los de Faenza) para hacerlo probador en 2002 de Renault. Recuerdo unas palabras de un piloto que dijo que nadie quería a Alonso como compañero de equipo porque era demasiado bueno. Comenzaba a forjarse el ídolo.

Los años 2003 y 2004 son los periodos en los que el español se mostró como piloto aguerrido, técnico, y sobre todo, que sabía hacer un gran trabajo fuera de la pista con su bólido, solo superado en todos estos aspectos por Michael Schumacher, inigualable en calidad y fullerías. Los resultados llegaron, con la ya lejana y siempre recordada victoria de Hungría, poles y vueltas rápidas.

2005 y 2006 fueron sus mejores años, donde consiguió sus dos campeonatos mundiales y donde su principal rival, el ferrarista Michael Schumacher, se doblegaba ante Alonso, y lo que es más importante, la todopoderosa Scuderia mordía el polvo ante el Renault de Briatore y las declaraciones que menospreciaban a Ferrari del joven Alonso.

La marea de seguidores del asturiano crecía como las setas en la sierra. En cada carrera veíamos aumentar el número de banderas de Asturias y crecía así mismo el cariño de la prensa española hacia el piloto de Oviedo.

En este país (España), tenemos una manera muy particular de tratar a nuestros ídolos, pues no son nada hasta que no consiguen el gran logro, que una vez asido, no le abandonará jamás, da igual lo que haga. Ya nos pasó cuando Induráin hizo el ridículo en la vuelta ciclista a España, con Carlos Sáinz, y en la actualidad con Rafa Nadal, personaje éste que todavía no ha decepcionado (como sí lo ha hecho Alonso) pero que llegará un día en que lo hará, indudablemente. En España ser deportista de élite es muy difícil, pues siendo incluso muy bueno, estarás siendo tratado por todos como un buen deportista al que algunos siguen.


Lo curioso es que a los que hacen algo realmente meritorio, y destacan sobre los demás claramente, la prensa y los aficionados los encumbran e idolatran a perpetuidad, pues son personajes que han demostrado al resto del mundo que el producto hispánico ha sido mejor que el foráneo en competencia feroz. Y aquí es donde surge un producto genuinamente español. Paralelamente a los aficionados acérrimos, aparece el detractor, también acérrimo, una figura que suele seguir los patrones justamente contrarios a los que siguen los admiradores.

Tanto lo uno como lo otro no debería existir en un mundo como el actual, en el que todos tenemos más o menos estudios y en el que hemos pasado buena parte de nuestra vida tratando de hacer florecer nuestra inteligencia, decadente en algunos casos. Seguir apasionadamente a Fernando Alonso es algo que no es en sí nada malo, pero lo criticable es seguir las acciones del asturiano con una venda en los ojos, y defenderlo haga lo que haga éste. Del mismo modo, negar las buenas actuaciones del piloto de Renault, solamente porque es español o porque uno ya le tiene tirria es igual de censurable, o quizá más.

En estos días posteriores al anuncio del fichaje de Alonso por Ferrari, me he dedicado a observar lo que sucedía en todo lo concerniente al tema, y desde el principio ha ocurrido lo que me temía, y es que la avalancha mediática a favor del asturiano y su decisión ha sido brutal. Es Alonso el que se ha ido a Ferrari, no han sido los de Maranello los que eligieron a Alonso. El aficionado español, deseoso de gaseosa que le burbujee en el estómago no piensa siquiera en plantearse que Ferrari ha sido el que ha tomado la decisión de fichar a Alonso.


El aficionado y la prensa están exultantes ante la posibilidad de que Alonso tome el mando en la F1, porque en Ferrari no puede ser de otra forma. Ni siquiera se plantean que pudiese suceder lo contrario. El bombardeo ha sido tan cruel, que han aparecido un sinnúmero de detractores de Fernando Alonso, miles de personas que, ante la avalancha mediática que han sufrido, le tienen verdadera manía al asturiano y a todo lo que le rodea.

Para el redactor que les escribe, es tremendamente difícil pensar qué poner en estas líneas para no herir sensibilidades de unos y de otros, porque hablar de Alonso, ya sea bien o mal, se ha convertido en el deporte más peligroso para un blogger, ya que le van a caer críticas e insultos de una parte o de la otra.

Centrándonos un poco, vemos que los dos colectivos de seguidores más importantes en la F1 son los alonsistas y los ferraristas, ambos unidos ahora en colaboración acaparadora, es decir, el setenta por cien de los aficionados que asisten a una carrera serán remeros en una única dirección. Triste panorama para los detractores, que seguro tratarán de hacer el suficiente ruido para mantener su visión diferente a salvo del bombardeo incesante de los medios de este país.

¿El futuro? Depende de los resultados. Los alonsistas seguirán apoyando incondicionalmente a Fernando Alonso, independientemente de los resultados cosechados. Si Alonso lo hace bien en Ferrari, el alonsista estará encantado, el ferrarista también, y al detractor solo le quedará berrear de coraje e impotencia. Si Alonso lo hace mal, los alonsistas le echarán la culpa de los males a Ferrari, los ferraristas exigirán en Maranello que quiten del asiento a la fuente de sus problemas, Alonso, y los detractores se reirán a gusto porque ellos tenían razón en el planteamiento.

Todo es blanco o negro, no sirven medias tintas en este país.