Querido Fernando Alonso:
Tengo la osadía de dirigirme a usted, arrojo respaldado por mis casi cuarenta años y por un cierto tiempo dedicándome a escribir lindezas de unos y de otros en este mundo, querido y odiado de la F1, y lo haré de forma arriesgada, pues no soy un periodista que se debe a quién le paga, solo soy un redactor que dice lo que piensa. No es hoy mi intención hacer un ataque frontal a su forma de hacer las cosas, pues pienso que es usted grandecito ya, y no necesita consejos de un don nadie como el que le escribe.
El objeto de esta carta que le dirijo es hacerle ver una visión diferente y posiblemente más objetiva de los acontecimientos sucedidos en el pasado Gran Premio de Mónaco 2010. Observando la carrera por la televisión española "la Sexta", uno tenía la sensación de que fue usted el obrador de un prodigioso milagro. Mi muy querido y admirado comentarista de dicha televisión tiene el defecto de dejarse arrastrar por la pasión cuando el nombre de usted está en liza, pero debo decir que no lo considero realmente un defecto, sino una virtud, pues creo que mostrar sin rubor lo que uno lleva dentro, sus preferencias, sus gustos al fin y al cabo, sin temer las críticas de unos y de otros por ello, es digno de alabanza. Y alabo sinceramente a mi admirado Antonio, aunque sé que si algún día lee algo mío, probablemente no le gustará demasiado ¿o sí? ¿quizá tenga el mismo defecto que yo al alabar la sinceridad?.
Pero tengo que decirle, señor Alonso, que tiene usted más suerte que Andrés Pajares en la película "los liantes", cuando tuvo la fortuna de sacar 10 veces seguidas el número 15 en el casino jugando a la ruleta. Me explico. Tras el problema surgido en las prácticas del sábado, problema convenientemente camuflado que pocos osados han planteado como un fallo de pilotaje, a usted no le quedaba otra opción que arriesgar, tomar una decisión desesperada. Pero como yo sé que usted es un tipo concienzudo y no le gusta tener que jugársela a una carta nunca, usted vio clara su estrategia de no hacer "ninguna parada", y consultó a sus ingenieros sobre la posibilidad de entrar en la primera vuelta (aprovechando el pelotón todavía agrupado) para quitar los neumáticos blandos y hacer con los duros el resto de la carrera, sin detenerse. "Tendrás que cuidarlos mucho, pero es posible si te aplicas", seguro le dijeron. Como a matemático no le gana nadie, llevó a cabo su loca estrategia, porque una estrategia demoledora como la que usted eligió no la podría haber pensado ninguno de los sacamantecas que le acompañan en Ferrari, esa genialidad/temeridad solo se le pudo ocurrir a usted.
La preocupación seguro se dibujó en su rostro cuando supo que Hulkenberg tuvo un problema en la vuelta de formación y que probablemente sería uno de los primeros pilotos con que se encontraría en el circuito.
Primer golpe de suerte: Nico Hulkenberg tiene un accidente aparatoso en la primera vuelta y le deja a usted expedito el camino para entrar a boxes, poner sus ruedas duras y quedarse bien pegadito a Karun Changok, esperando la ansiada bandera verde, y lo que es mejor, se pega usted 7 vueltas sin desgastar sus flamantes neumáticos duros. Pleno: Nico fuera (piloto al que no hubiese podido usted adelantar jamás en pista), diferencia con el penúltimo eliminada y neumáticos que no sufren.
Y le llega a usted el turno, hacer su tarea, es decir, adelantar en pista. Changok no le dura ni media vuelta, víctima de la aceleración de su Ferrari. Di Grassi se lo pone difícil, pero termina usted adelantándole a la salida del túnel. Siguiente objetivo: Jarno Trulli. El italiano le hace a usted un favor de amigo y le deja pasar descaradamente en la misma salida del túnel. Si yo fuese Mike Gascoigne, le echaría una buena bronca a Trulli por quitarle publicidad a mi equipo. A por más; el siguiente es Timo Glock.del que da cuenta usted dos vueltas más tarde sin que el alemán nada pueda hacer dada su manifiesta inferioridad mecánica. Ya solo un piloto le separaba del que podría ser su techo hasta la parada en boxes del personal, Kovalainen. Dos vueltas después, en la 16, usted ya había consumado su épica remontada, adelantando a cinco coches que rodaban 5 segundos más lentos que usted. He de decir en su honor, que el adelantamiento a Kovalainen fue precioso, aunque se notaba demasiada diferencia entre los monoplazas de uno y otro. También he de decirle que es usted un poco chulo, pues las críticas posteriores a Di Grassi opino que son completamente injustificadas y una salida de tono, pues el brasileño era un piloto que era rival directo en la clasificación (de hecho, iba delante de usted) y no tenía por qué apartarse para dejar pasar al nabab de la F1; estuvo usted ahí sobrado y prepotente. El siguiente era Jaime Alguersuari: palabras mayores el Toro Rosso.
Pero usted sacó su calculadora y supo que el trabajo ya estaba hecho, pues a nadie más debía adelantar, ya que llegaban las paradas para cambiar neumáticos y usted ya tenía sus deberes terminados. Pero el interrogante se planteaba en mi mente ¿y si no aguantan los neumáticos hasta el final? Recordé las 7 vueltas de Safety Car que le había ya regalado a sus neumáticos. Todos entraron a pits y usted se colocó sexto en la vuelta 28, detrás de Hamilton, y con total incertidumbre sobre sus neumáticos, un riesgo calculado que usted sabía que podría funcionar. Por lo pronto estaba premiado y en televisión ya le apodaban el genio.
Accidente de Barrichello en la vuelta 30 y tres vueltas más de regalo para sus neumáticos duros. Segundo golpe de suerte. Desde que adelantó a Kovalainen, a usted no se le vio ningún arranque de agresividad, ni un asomo de tratar de incomodar e intimidar a Hamilton... nada. Vueltas, vueltas y más vueltas, cuidando los neumáticos y rezando para que la temida degradación no apareciese. Made in Mónaco.
Y otro regalo más. Esta vez, otras dos vueltas más de Safety Car, que fueron la colaboración de los monegascos y sus alcantarillas para dar un respiro a los neumáticos del asturiano. Esto sucedió en las vueltas 43 y 44.
Pero ¡quietos ahí! Cuando más problemas de neumáticos podría tener Alonso, al final de la carrera, surge el benefactor Trulli, que manda al carajo su propio coche y al de Changok, provocando una nueva salida del Safety Car. Tercer golpe de suerte. Las últimas vueltas de la carrera se harían con bandera amarilla y se terminarían así sus posibles problemas de degradación.
Ya en la última curva, el Safety Car se fue de la pista, aparecieron las banderas verdes, y usted dio gas, y el coche patinó, sus ruedas le recordaron que ya tenían unos kilómetros. Un avispado y despistado a la vez Michael Schumacher aprovechó con maestría evidente su percance leve y le adelantó (recordemos que fue bajo bandera verde ¿se equivocaron los comisarios al enarbolar dichas banderas?). Ya era usted séptimo. Y el cuarto golpe de suerte afloró después. cuando penalizaron al Kaiser, que hizo una maniobra impecable, aunque ilegal, pues adelantó en la última vuelta y, si en ésta estuvo presente el Safety Car, está prohibido. Ya se encargaron los acérrimos de la prensa alonsista de satanizar a "un Kaiser que vuelve a las andadas", sin contemplar siquiera la posibilidad de que el piloto alemán se equivocó. Recuperó usted de nuevo su sexta posición. También le tengo que decir, señor Alonso, que usted estuvo también sobradillo en sus posteriores declaraciones, donde decía que sabía que a Schumacher le sancionarían y que por eso le dejó pasar: pues perdóneme si me equivoco, pero en televisión se apreció perfectamente cómo usted intentó mantener su posición, cediendo solo cuando no le quedaba más remedio.
En resúmen, señor Fernando Alonso, usted corrió trece vueltas de setenta y ocho totales, entre la 7 y la 15, donde adelantó a cinco paquetes montados en furgonetas diesel, que rodaban en tiempos infinitamente peores que los suyos ¿es ese el magnífico mérito de su carrera, haberse peleado dos vueltas con Di Grassi y adelantar a un Trulli que se comportaba como un doblado? Sus acérrimos lo adornarán de muchas formas, pero usted ha hecho una carrera monegascamente conformista. A usted le regalaron, entre unos y otros, nada menos que 16 vueltas de Safety Car, que le permitieron mantener correctamente el estado de sus gomas. Y por último, usted se encontró con que un resquicio legal le devolvía una sexta posición arrebatada brillantemente por Michael Schumacher. Por favor, señores de la FIA, ¡dejen de cambiar el puñetero reglamento, que ya ni Ross Brawn se entera!
¿Dónde está el genio? Yo mismo me responderé, si no le importa. Toda la brillantez de su anodina carrera monegasca la consiguió usted antes de tomar la salida, asumiendo un riesgo que a muchos les parecía descabellado y a usted también... pero es que no le quedaba más remedio que asumirlo, No fue valentía, fue pura desesperación. Y usted lidió brillantemente su toro.
Tuvo usted muchísima suerte, señor Alonso. Que le dure.
"Sonríe aunque sólo sea una sonrisa triste, porque más triste
que la sonrisa triste, es la tristeza de no saber sonreír"
Anónimo