14 de noviembre de 2010

Caperucita roja



Había una vez una niña, Rosaura de nombre, que vivía junto a un bosque en un país muy, muy lejano. Rosaura tenía una hermana mayor, Florencia, que como la mayoría de los hermanos mayores, era la que hacía todo el trabajo, cocinando, ayudando a mamá en las tareas del hogar y cuidando a la abuela.

La abuela le tenía especial cariño a Florencia, un verdadero cielo de criatura, y como premio a sus cuidados, le hizo una caperuza roja, para que la chiquilla no pasase frío cuando tenía que atravesar el bosque para ir a visitarla a ella. La caperuza hacía su efecto y consiguió suscitar el deseo de posesión de la pequeña Rosaura, que era una niña envidiosa.

Un día, Rosaura sustrajo la caperuza roja a Florencia, y la echó al fuego. Como Florencia no consiguió encontrar su caperuza, se puso muy triste, y le dijo a la abuela que le hiciese otra. La abuela tejió entonces dos caperuzas, una para cada nieta. La manipuladora Rosaura ya tenía lo que quería, pero no contenta con esto, hizo un agujero en la caperuza roja de su hermana para que su propia caperuza fuese la mejor. Florencia jamás se quejaba de estas afrentas.

En una ocasión, la mamá llamó a sus hijas y les dijo:

-Niñas, debeis ir a casa de la abuela para llevarle comida, que está malita en la cama. Además, hay que llevarle un cesto con ropa limpia.

Dicho esto, Rosaura se empeñó en llevar la pequeña cesta con comida, que le fue asignada, y el gran cesto de ropa fue entregado, como no, a Florencia, que se lo echó al hombro sin protestar. Ambas se colocaron su caperuza roja, pues era un día muy frío, y emprendieron el camino.

Al poco de estar atravesando el bosque, llegaron a una bifurcación en el camino, ya conocido por ellas, y junto al cruce aparecía recostado en un árbol un enorme lobo, de nombre Güisqui, ya conocido por ellas. Al llegar al lobo, las recibió amablemente y con una sonrisa.

-Hola niñas ¿me recordáis? Soy el lobo Güisqui, el más veloz de todos los lobos. ¿Dónde váis?

-A casa de mi abuela, que ayer comió muchas castañas y champán, y está muy enferma, con gran dolor de barriga y una cosa que ella llama resaca –dijo inocentemente Florencia.

-Os echo una carrera –dijo el lobo–, vosotras por allí y yo por aquí. Quién llegue la última, será comida por mí.

El lobo señalaba el camino largo para las niñas y el corto para él, a lo que se negó Rosaura, que pretendía tomar el camino corto. El lobo la convenció.

-No te preocupes, niña pequeña, ven por el camino que yo iré y veremos así quién es el más rápido.

-Sí –contestó animada Rosaura–, yo iré contigo, lobo.

Florencia les dijo que no era buena idea y que debía ir con ella, pero el lobo se burló de lo que decía la hermana mayor y le robó su caperuza, colocándosela él de forma grotesca.

Comenzó la carrera y en la primera curva el lobo se comió a la pequeña Rosaura, apresurando el paso para llegar a casa de la abuela antes que Florencia, pero su estómago, casi lleno después de la comilona, le estaba provocando acidez. Se detuvo en la farmacia a comprar un antiácido, y Bernardo, su amigo farmacéutico, le dio un buen remedio. Además, cuando supo que se había comido a la niña y quería comerse a la otra, le regaló un tarrito de jalea real para que pudiese correr más veloz. El lobo obedeció y se tomó la jalea, notando como sus cansados miembros, tornaban en vigorosos. Echó a correr como nunca lo hizo antes, mientras el farmacéutico echaba cuentas del negocio que podría hacer, pues además de la farmacia, regentaba el cementerio y la perrera municipal.
El lobo llegó a casa de la abuela, y se abalanzó sobre ella, pleno de energía. Copularon una, dos, tres, cuatro, cinco veces, hasta que la abuela falleció feliz de la vida de un ataque cardíaco (aunque el lobo en su defensa diría que fue un fallo mecánico). Güisqui se comió a la abuela para borrar pistas y calmar hambre. Estaba un poco dura, pero el sabor era exquisito. Ya saben “gallina vieja, mejor caldo”.

Apenas estaba el lobo poniéndose el camisón de la abuela y metiéndose en la cama, apareció Florencia. El lobo apenas podía creerlo, pues la joven había recorrido una distancia muy larga en un tiempo record. Güisqui necesitaba tiempo para digerir a la abuela, por lo que se arropó la cabeza y comenzó a toser.

-Pero abuela ¿no era dolor de barriga lo que tenías?

-Ay, sí, pero también me duele la garganta –dijo el lobo, tratando de poner voz de mujer con carraspera.

Florencia, sin pensarlo dos veces, agarró una pala que descansaba apoyada en la pared y descargó un fuerte golpe en la tapada cabeza del lobo, que quedó aplastada, falleciendo éste al instante.

-¡Jodido lobo! –dijo mientras descubría la cabeza de Güisqui–. Mi abuela siempre fue más rápida que tú, de hecho, no la hubieses atrapado y comido si no fuese tan mayor. Además siempre usó la mejor y más avanzada tecnología ¡tenía la garganta de titanio y no le podía doler!

Un claxon sonó fuera, y Florencia se apresuró. Su novio (que la había traído en su descapotable por el camino largo) esperaba fuera.

-¡Ya voy, Eddie... leñador mío!





8 comentarios:

  1. Estimado Sr. Herzog,
    ¡Como cambian los cuentos con el tiempo! Para mí, siempre fue muy aburrido red diding hoop, pero es que nunca me presentaron a Florencia. También puede ser que mis padres me leyesen la versión infantil, y esta está algo más cercana a Nacho Vidal o a Blanca Nieves y los siete enanitos vici… A pesar de todo, sigo detectando un tufillo muy anti- en su escrito. No es necesario que muera el lobo y menos con tanta violencia.
    Paz y Amor

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  2. es que las mujeres de hoy tienen una actitud muy poco femenina. pobre lobo, me dió pena al final
    eddie leñador? jejejeje

    saludos desde la tumba

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  3. -Primo: ¿Nacho Vidal? Tienes la mirada sucia. No sé por qué me llamas anti... empiezo a temer que no entendiste el cuento, o que no le pusiste las caras adecuadamente.

    -Luis: ¡El lobo y sus tratos con Bernardo! No merecía otra cosa el pillo. Un placer saludar a alguien de ultratumba ;)

    saludos a ambos

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  4. Estimado Sr. Herzog,
    Se mostró usted, como siempre, muy anti-lobos. Con lo bueno que son, al librarnos de la tocanarices de Rosaura. Le recomiendo que re-escriba el cuento y que acabe Rosaura bebiendo un Red Bull en la tierra de van Diemen, para que se la coma su demonio.
    Saludos y a disfrutar con la carrera de hoy.

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  5. No sé yo si iban los tiros por ahí... es que tengo una memoria muy frágil, depende del hemisferio cerebral dominante en el momento ;)

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  6. ... y al final, ni fuimos felices ni comimos perdices... aunque si sé de uno que se marchó con su caperuza roja, en forma de vaca mansa, montado en Randy la cachonda... pero ese era otro cuento.

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  7. Por más que lo leo no consigo pillarle el cuento al cuento... aparte de que el farmaceútico es Mummy Bernie...

    Conociéndole Señor Herzog el lobo será Alonso y la hermana insidiosa el pobre Massa, que almorzado en Alemania, provocó dolores de estómago resueltos por Mummy Bernie...

    La abuelita aparenta ser Schummi, pero la hermana superchachi (e irreal, si tiene esa pinta de buena no tendrá ni la sombra) se me escapa... ¿Vettel?

    En cualquier caso lo de siempre: es usted un antialonsista enfermo y con manía persecutoria grave que le impide disfrutar del espectáculo de la F1... que sí, que hay engaños y trucos de manos y los payasos cuando llegan a la caravana se chutan un pico antes incluso de desmaquillarse o se enchufan a la botella de güisqui barato, la trapecista está maltratada por el domador y los animales sufren encerrados en cuchitriles...

    Mientras no monten un Circo del Sol...

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  8. Cierto Pulguita, ese es otro cuento.

    Hudson: Mi querido y admirado Primo de Anónimo siempre usaba en sus gráfica el color rojo para Fernando Alonso, de hecho, si Enzo Ferrari estuviese vivo y pilotase, un coche, mi Primo le pondría el color amarillo en sus gráficas, dejando el rojo para el piloto asturiano. Pero yo no soy así, y mi cuento juega al despiste y a la multiplicidad de caras... muchos posibles rostros para una misma figura... y te recuerdo que lo escribí antes de la carrera de Abu Dhabi.

    Y no me tengas en tan baja estima, que no me lo merezco. Solo soy un aficionado que dice lo que piensa... y cada día estoy más relajado ¡con decirte que la carrera de ayer no la vi en directo!

    saludos

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