31 de octubre de 2010

La F1 con dentadura postiza y bañador de charol

Desconsolación es la palabra que llega a mi mente tras lo vivido ya hace unos días en la pantomima que fue el gran premio de corea 2010 (sí, con minúsculas todo, que nada de lo allí acontecido merece una mayúscula), y lo digo en frío, pues he dejado pasar unos días para tratar de no ser demasiado cruel, sin apaleamientos innecesarios que son muy merecidos en todo lo que ha concernido a este simulacro de carrera, en el que ni siquiera se debería estar hablando del resultado y los aconteceres deportivos, porque creo que el deporte ha salido perdiendo al igual que en aquél GP de Indianápolis (sí, este con mayúsculas, porque por mucho que la chusma de la F1 le haga al trazado de Indiana, el asfalto que alberga la brickyard está por encima de toda esta gentuza interesada y avariciosa que dirige la F1 actual).

Todo comenzó con la dictatorial decisión del abuelo usurero de incluir a Corea en el calendario F1 de 2010, donde no han tenido jamás el más mínimo interés en la categoría, un país sin punch especial en el mundo de la competición automovilística pero con dinero procedente de las ventas de automóviles; lugares como Argentina, México o Indianápolis le dieron una patada en el culo al abuelo por pedir demasiado, y los coreanos accedieron a las exigencias del tito Bernie, al igual que indios, rusos o árabes.

Continuaba la historia con el visto bueno de la FIA al trazado coreano, que vulneró los plazos ampliamente. La desfachatez por parte de la FIA de decir que el trazado coreano era apto para la celebración de una carrera de F1 es algo que jamás vi en este mundo desde que lo sigo, desde finales de los setenta. Apenas una semana antes de la carrera, Chalie Whithing visitaba esas instalaciones y, con una sonrisa de oreja a oreja, daba un OK de mínimos, orquestado por Ecclestone y por su títere voluntario, Jean Todt.

La carrera todos la vimos, y no debió celebrarse, pues incluso partes del trazado, como la salida de boxes eran provisionales, así como otras instalaciones eran deficientes, como varios pianos, las partes más cercanas al asfalto, tribunas a medio hacer, y la gota que colmó el vaso, una pista que si bien no se deshacía con el paso de los F1, era incapaz de drenar correctamente un leve aguacero. Al despropósito que era ya toda la carrera, se sumó un interminable carrusel detrás del Safety Car, una adulterada salida detrás de éste y, la indecencia de los pilotos, que se dedicaron, según su interés manipulador, a ejercer de discípulos de Joseph Goeebbels, Ministro de Propaganda del Reich.

Pero seamos constructivos, pues el mal ya está hecho y no reporta nada hurgar con el palito en la mierda. ¿Cuál es realmente la salida más factible para dejar atrás este despropósito en que se ha convertido la mal llamada (cada día estoy más convencido) “categoría reina”? Se me ocurren dos opciones.

La primera de ellas, imperfecta, igual que la segunda, pasa por que la FIA se ponga a trabajar, deje a un lado a la FOA (Formula One Administration) de Ecclestone y se haga con el control absoluto de la F1. Esto se puede hacer por las malas, es decir, creando una categoría en la que englobar a los actuales equipos de F1 y pagando una millonada a Ecclestone por cuestiones legales de derechos de imagen, aunque la realidad sería que la batalla legal llevaría años y años y ni el mismísimo cyborg Ecclestone llegaría a ver su final, un final que después de recursos y más recuersos, sería pactado a la baja entre FIA y FOA.

Pero mejor hacer las cosas negociando ¿no creen? Por ello, la FOA, para evitar la pérdida total e irremisible de su tinglado, cedería todo su armazón a la FIA, y ésta, una vez con el poder absoluto de la F1 (que conservaría el nombre), pagaría equis años los derechos de explotación a la FOA, hasta la desaparición de ésta, asumiendo así el aspecto organizativo de la categoría. De esa forma nos aseguraríamos que una mala gestión por parte de alguien podría ser castigada con la pérdida del cargo, siendo renovable éste cada cuatro años, tipo legislatura.

La segunda opción sería estructurarlo todo al estilo americano, siendo una empresa tipo FOA la que se encargase no sólo de los derechos y elección de sedes, entre otras cosas, sino también del aspecto deportivo. Esto es precisamente con lo que amenazó la asociación de equipos FOTA a FIA y FOA, con la creación de un campeonato paralelo al margen de esas entidades ¿lo recuerdan? Todos apretaron el culillo, e incluso llegó a filtrarse el calendario de dicho mundial, mucho más atractivo que el de la F1 actual. Bernie amenazó con unas demandas millonarias y, finalmente, todos se acomodaron con un nuevo Acuerdo de la Concordia.

El problema de esta segunda opción es más filosófico que real. El citado Acuerdo de la Concordia finaliza en 2012, por lo que a partir de ahí (si cada equipo no ha firmado nada con el abuelo usurero), pueden optar por desaparecer o crear las competiciones que les vengan en gana, pero no dejaría de ser el mismo asunto que en la actualidad, es decir, una empresa que organiza carreras con un fin único: ganar dinero. La diferencia con América es que en el nuevo continente se piensa en el aficionado como el destinatario del espectáculo, fidelizándole y mimándole. Como la FOA no está limitada a un territorio concreto (como sucede, relativamente, en Estados Unidos), se puede permitir el lujo de maltratar a los aficionados, volviéndoles la espalda y abrazando a otros diferentes allende los mares, pues siempre está a tiempo de regresar algún día al aficionado traicionado, como es el caso actual de argentinos, mexicanos, sudafricanos, estadounidenses, belgas, holandeses, portugueses, etc.

Panorama muy complicado que dificulta mucho un cambio, máxime cuando el actual Presidente de la FIA, Jean Todt, se está mostrando como un pelele al que le viene grande el cargo, revelándose incapaz de tomar decisiones importantes en lo concerniente a la F1, sobre todo, si no tiene el OK del cyborg.

Personalmente, me decantaría por la primera opción, y que fuese la FIA (como mal menor) la que manejase todos los hilos en la F1, centrando la categoría en algo deportivo (nuevamente) y sacando del panorama a chupópteros dictatoriales. ¿Qué puede ser el remedio peor que la enfermedad? Quizá, pero no olvidemos que el señor Todt puede ser lanzado de su asiento al charco de una rue de París dentro de tres años. Tendrían menos ingresos (y menos si hay que pagar un cánon a Bernie), pero las sedes no habrían de pagar cantidades desorbitadas por albergar una carrera, así como tampoco el aficionado se debería dejar un riñón para ver una carrera de F1. No habría tanto mangoneo ni injerencias constantes en el aspecto deportivo de la F1, como por ejemplo sucedió con el asunto de las medallas, saltarse chicanes o el número de citas del calendario.

¿Recuerdan que “MotoGP” antes se llamaba “500” y que la base de la F1 de ahora era antes denominada “Campeonato de Europa”?

Con el episodio coreano, la FOA ha dado el puntapié definitivo en la espalda del aficionado europeo, fan al que se le vende una adecuación de horarios de tarde o noche para que pueda presenciar las carreras a una hora razonable en el viejo continente, pero al que no se le tiene el más elemental de los respetos. Es el caramelito para mantenernos fieles y que pensemos que los europeos seguimos siendo el germen, el origen y el aficionado indispensable en la F1, pero no nos engañemos, el aficionado europeo es un pelele en manos de la FOA, un individuo interesante por la bonanza económica del viejo continente. Pero todos estamos viendo que la prosperidad económica no es el fuerte de los europeos en estos tiempos ¿y no será que la FOA nos vuelve la espalda por ese motivo, buscando petrodólares y removiendo en las economías asiáticas? Blanco y en botella.

Seguiremos fieles, aunque todo tiene un límite y la migración hacia otras categorías menos podridas ya se está produciendo, pero alguien debería cambiar este orden repugnante en el que nos tienen envueltos.

© Imágenes │ Reef, Quino, El País