5 de diciembre de 2010

Ecclestone es un cyborg

Hace muchos años que estoy acostumbrado de ver a un personajillo de pelo blanco y señora buenorra (con todos mis respetos) caminando aquí y allá, dirigiendo los sueños y realidades de todos a los que nos importa mínimamente la F1. Como habrán adivinado por el título y las señas, este elemento es el inmortal Bernie Ecclestone.

Me cae mal, por muchas razones. En primer lugar su rostro me transmite desconfianza, con un gesto imborrable de enojo, de haber tomado leche y naranjas a la vez, con una eterna acidez estomacal, próxima a desembocar en el vómito, de ahí su mal humor constante. Tiene cara de malo.

Me cae mal porque le saca la friolera de 39 años a su pareja, y siendo un abuelete de ochenta años, no tiene el más mínimo rubor en pasearse con una jovencita entrada en madurez, Fabiana Flosi, que está con él por su dinero ¿o no? Quizá Bernie sea realmente un elemento adorable, un verdadero galán, el típico hombre maduro del que se enamoran todas las treintañeras cuando le ven sonreír.


Me cae mal por la forma en que lleva su negocio, imponiendo su dictatorial voluntad en todo lo referente a los
entresijos de la F1, perdiéndole el respeto a la historia y a la categoría en sí. Me cae mal que ande siempre mangoneando en el paddock con ese enfermizo afán de protagonismo.

Podría seguir, pero la lista de los defectos que aprecio del tito Bernie sería interminable, y no quiero aburrirles.

Pero hay cosas que me sorprenden del abuelo Bernie. Esa vitalidad que exhibe siempre, propia de un joven de treinta años, siempre de aquí para allá, a paso ligero, observando, actuando, enérgico invariablemente. Yo eso no lo veo normal, pues Bernie debería estar casi usando el andador de Red Bull, en lugar de estar correteando de arriba para abajo, subiéndose a muros para hacerse fotos, aguantar reunión tras reunión, siempre lúcido en su locura enfermiza que le impone a su decadente raciocinio el hacer el mayor acopio de dinero.

Por diversos avatares de mi vida, he cruzado el Atlántico en muchas ocasiones, y debo confesar que esos vuelos son cada vez más insoportables para mi, un abuelete de casi cuarenta años. No sé cómo ponerme para estar cómodo, me duelen los huesos, se me hinchan los pies, no me apetece comer, da igual que vaya en primera clase o en turista, me acojono al despegar y aterrizar. Y cuando llego al destino, el jet-lag me atormenta como mosca cojonera, de las que pican. Estoy varios días con trastornos de sueño, arrastrándome a las seis de la tarde, obviando comidas... trastornado, en definitiva. Pero este Bernie, se recorre el mundo entero cada dos semanas, con ochenta añazos, y no se le ve un bostezo, ojos rojos, ojeras, o cualquier otro signo de cansancio palpable. El tipo se comporta como si un viaje de catorce horas fuese un paseo de media hora por la soleada campiña en un Cadillac descapotable. Mucho tiempo ya sospechando que el tito Bernie no es una persona normal, de hecho, estoy empezando a pensar que su pareja Fabiana está con él, no por su dinero, sino porque tiene que tener un vigor sexual que haría palidecer de envidia a un pajillero profesional de dieciséis años.

Yo ya estoy olisqueando huesos de titanio, piel sintética envejecida para dar el pego, y potentes microprocesadores instalados donde antes hubo un cerebro. No, no se extrañen, que algo de eso debe haber.

El respaldo a mi teoría de cyborg-Bernie lo tuve hace unos días, cuando al abuelo le apalearon a la entrada de su casa unos delincuentes, que le patearon la cabeza sin piedad. El abuelo, cuando despertó de su inconsciencia, varias horas después arremetió dialécticamente contra sus agresores, medio burlándose de que no le habían quitado casi nada. Tremendamente golpeado y magullado, a la mañana siguiente fue a trabajar, pleno como siempre de vitalidad.

Lo primero. No me creo que uno de los tíos más ricos del Reino Unido fuese sin guardaespaldas a ningún sitio. Mi señora, que es muy mal pensada, dice que le estaba dando por atrás otro jotito y se animaron, y le dió una paliza al cyborg en pleno subidón sexual. Y claro, Bernie no iba a salir en la prensa al día siguiente, con el ojo morado y diciendo "Un maricón me dió una paliza justo después de darme por el culo".

Yo creo que alguien lloró de pena porque esa noche no la palmó Bernie. Pero de lo que no tengo duda es de que si me llegan a pegar a mí lo duro que le dieron al abuelo, al día siguiente no podría ni moverme, con mis cuarenta años, y solo estaría para hielo por todo el cuerpo y un buen filete crudo en la cara. Y sin embargo, el mocetón de ochenta años... ¡ahí le tienen!

¿Alguien duda de que estamos ante un híbrido, mitad máquina, mitad humano, inmortal, que algún día simulará su muerte, quedando el cyborg reencarnado en un tercer o cuarto plano en la organización FOM, para pasado un tiempo, ser de nuevo el rey de la F1?

© Imágenes │ ESTB, AS, TheAGE