Vivir en las islas Canarias y ser aficionado al mundo de las carreras de coches te lleva directamente a los rallies. Todo el mundo en las islas tiene algún familiar o amigo que corre en los diferentes campeonatos locales, provinciales o insulares. El mundo de los rallies ha desplazado como primer deporte al mismísimo fútbol en las islas. Cuando hablas de F1 con quien sea, te das cuenta que la bien o mal llamada “categoría reina” es algo secundario aquí, derivando inevitablemente la conversación al mundo de los rallies, apabullándote con nombres de vecinos, del primo de fulano, que corre con un Mitsubishi, del hermano de tu amigo que compite en la categoría de clásicos con un VW escarabajo… la categoría reina en Canarias es y será por mucho tiempo el mundo de los rallies, por la que sienten los canarios verdadera pasión.
Ahora bien, no soy Canario, aunque vivo aquí desde hace años, y todavía recuerdo lo pintoresco de la primera vez que sufrí el Rally Isla Bonita, y digo pintoresco por no decir puñetero, pues cortaron durante dos días la única salida de mi urbanización al mundo exterior. Los cortes eran intermitentes y aproximados, avisados convenientemente por la colocación de un cartel que la organización puso antes de la prueba. Ahí estuvimos dos días completos con la imposibilidad casi todo el día de poder salir de casa, para por ejemplo ir a comprar comida, ir al médico, o simplemente bajar a la playa a revolcarme por la arena. Fue el primer año y me pareció curioso.
En la última edición ya estaba preparado y con la despensa llena, y aunque no soy especial fan de la categoría, me dispuse a seguir a ratos el evento de 2010. En un pequeño bosque-parque de al lado de casa, me aposté en un pequeño mirador con mis niños y vimos el primer tramo por la mañana. Disfrutamos como enanos, mis hijos oyendo las pedorretas de los coches que pasaban y yo, un poco más entendido que ellos, apreciando la forma de trazar las curvas, de deslizarse por el asfalto y de las velocidades conseguidas donde nosotros vamos a 40km/h. Fue un gran día, encerrados en nuestra casa, pero del que disfrutamos. Todavía recuerdo estar sentado comiendo en mi jardín y sentir el mundo de la competición, oyendo a los aficionados jalear a los pilotos y el ruido de los motores que hacían parecer la Palma como un trozo de tierra al lado del Jarama.
Pero como en todo, hay que lamentar algunas cosas, además del ya citado aislamiento forzado al que nos sometieron sin miramientos, sin tener una vía alternativa para abandonar nuestras casas. Cuando al día siguiente, mis hijos y yo, salimos a pasear a nuestro precioso bosque-parque, vimos que a cada trecho había latas de bebidas, bolsas de plástico repletas de basura, que los animales destrozan para buscar comida, esparciendo el contenido por el suelo, trozos de botellas de cristal por aquí y por allá, ántiestéticas aunque biodegradables cáscaras de pipas por todos lados, etc, etc… ¡y un largo etcétera!. No voy a generalizar, llamando a los aficionados guarros, pero sí que deberían poner especial cuidado los miembros de la organización en que estos destrozos no se produzcan. La organización se limitó a velar por el buen funcionamiento de los diferentes tramos y a recoger la basura más o menos visible en las carreteras y aledaños, quedando olvidadas las demás áreas afectadas por el paso de los aficionados.
Aunque el episodio más lamentable y bochornoso vivido en esta edición de 2010 del Rallye Isla Bonita lo protagonizó un presunto participante. Me explico. El rally se disputó los días 8 y 9 de octubre; paseando por el ya mencionado bosque-parque a mediados de septiembre, concretamente el día 16 a eso de las 6 de la tarde, un salvaje (porque no tiene otro nombre), circulaba haciendo oir el motor de su coche a muchas, muchísimas revoluciones, sonando, chillando los neumáticos en cada curva. El pollino en cuestión, detuvo su coche en plena curva y pude ver que era un vehículo Opel Astra de alquiler, gris, de la empresa Cicar. El tipo dio la vuelta y se marchó por donde había llegado, muy rápido también. Seguimos caminando y a los pocos segundos volvieron los ruidos citados. Era el mismo coche, y pude apreciar entonces como el borrego ocupaba toda la calzada (en un día normal, con el tráfico rodado abierto) a su antojo y trazaba relativamente mal una curva de la carretera. Llevaba un acompañante que llevaba visible una especie de cuaderno y algo que parecía un pequño mapa, datos estos que pude apreciar porque el vehículo de alquiler se detuvo en el mismo sitio que antes para dar la vuelta otra vez (lástima no haber tomado la matrícula). El coche se esfumó de nuevo por donde había llegado. Una tercera vez volvimos a ver al mismo imbécil circulando por el mismo lugar como si la carretera fuese suya y el coche no, y trazando la curva bien esta vez; ya no se detuvo y siguió carretera abajo. Cabe añadir, que en esa zona hay un colegio, con tres carteles que anuncian su localización al pie de la carretera.
¿Y este incauto, esta verdadera acémila, era un corredor del rally? Evidentemente es suposición, pero todos los indicios expuestos, apuntan a que sí lo era. Un tipo que pasa tres veces como un salvaje por un lugar, hasta que traza bien la curva, que lleva un acompañante que va tomando notas, que monta un coche que puede maltratar casi impunemente por ser vehículo de alquiler, y, para finalizar, que a los 15 o 20 días se va a celebrar por esa misma carretera la edición de un rally… ¡no hace falta ser muy listos! ¿Verdad?
El cafre en cuestión era un varón de unos 30 o 35 años, canario (lo oímos hablar en una de sus vueltas y tenía acento de las islas, aunque este no es un dato para concretar nada, pues casi todos los competidores eran canarios), y con la cabeza rapada (quién sabe si forzada por la falta de riego o por simple estética).
A los cinco minutos pasó por el lugar la policía. Lástima.
¿Apuestan a que si en la empresa de alquiler de coches Cicar revisasen quién tenía alquilado el 16 de septiembre de 2010 un Opel Astra de color gris, aparece uno de los inscritos (o su copiloto) en la edición del Rally Isla Bonita 2010? Me juego un pulmón a que sí.
Que triste que una fiesta del deporte se vea empañada por lo cochino de algunos aficionados, pero lo que es lamentable es que un participante se dedique a preparar el rally poniendo en peligro la seguridad de las personas, conscientemente y de forma imprudente, utilizando una carretera abierta a todo el mundo como una pista de carreras. Donde debería estar ese tipo no es disputando deportivamente un rally.
Estimado Martín,
ResponderEliminarMuy desagradable el aspecto que nos muestras de un rally. La verdad es que la gente cuando se encuentra dentro del anonimato se transforma en seres sin empatía (el cuerpo me pide algo más sucio, hamiltoniano, schumachista, pero lo dejamos ahí). Aunque la responsabilidad primaria es de los señores/as/os que realizan esos actos, yo me pregunto qué hacen las instituciones. En este bendito país no se para de hacer nuevas leyes contra todo, pero no se sanciona a nadie nunca (o las sanciones son ridículas), con lo que la pedagogía social es inexistente y todo el mundo juega a saltarse las leyes (cerrando carreteras, tirando desperdicios o conduciendo peligrosamente). Quizás menos leyes y más sanciones, al estilo inglés, no nos vendría mal.
Totalmente de acuerdo contigo, pero desgraciadamente esto pasa y seguira pasando, y muchas otras situaciones que se pueden contar por decenas, que suceden y se quedan inpunes!
ResponderEliminar-Estimado Primo: Más razón que un santo... dejémonos de tanta ley y sancionemos duramente a los infractores. ¿Alguien me puede decir por qué un tipo con 30 antecedentes penales anda suelto por la calle?
ResponderEliminar-Estimado Santiago: Cierto es, y seguirá pasando, y lo triste de este tema es que pagarán justos por pecadores, pues unos pocos empañan el buen espectáculo y, aunque se desacreditan ellos mismos, hacer girar hacia ellos muchas cabezas.
Educación, con eso se arreglarían todos los problemas ;)
saludos