1 de abril de 2010

Dejà vu

Cuando Nico entró sudoroso en el box, Ross le dedicó una mirada de esas que te hielan la sangre. Automáticamente la sonrisa de Nico se borró de su rostro y desvió su vista hacia Klaus, uno de sus mecánicos, que le tendía una toalla. Mientras Nico se secaba nerviosamente sus rubios cabellos, empezó a repasar mentalmente la maniobra, buscando donde había cometido el fallo que dejó a Michael en posiciones retrasadas. No era necesario, sabía perfectamente donde había sido algo más agresivo de lo que debiera. Ese jodido abuelo no cometía ni un error y él le obligó a realizarlo.


Miró de soslayo al jefe, que estaba hablando circunspecto con el ingeniero de pista de Michael, Andrew. Discutían con gesto grave y hubiese dado un ojo para poder oir la conversación.

Mientras chupaba un helado, alguien le tendió una Coca Cola y tuvo un dejà vu, que de ser diferente la situación, hasta le habría parecido gracioso, pero en ese instante, fue solo una imagen fugaz. Pasaron los minutos y el ajetreo en el box no cesaba, con su incesante torbellino de personas de acá para allá, todos ocupados. De pronto, se hizo un silencio súbito, y entró en el box Michael, muy serio y buscando algo con la mirada. Cuando su mirada se cruzó con la de Nico, encontró lo que buscaba; alzó el brazo y apuntó a Nico con su dedo índice. Eso fue todo. Nico no se inmutó, mientras paseaba su lengua por el redondo helado de quién sabe qué cosa estaba hecho. Ya no hacen los helados de chocolate y vainilla como antes, ahora sabores como el pistacho, turrón, yogurt o sandía son habituales. Tiempos modernos.

Fue Ross quien cortó con su cuchillo la tensa atmósfera, y levantándose de su asiento, dijo algo a Michael e hizo una seña a Nico para que le acompañase. Nico se levantó con desgana y tiró su helado y su Coca Cola, todavía sin abrir, a la papelera. Por el estrecho y solitario pasillo, lo único que divisaba era la espalda de Michael y la enorme cabeza de Ross, balanceándose de un lado a otro. Solo se oían los pasos. Entraron en una pequeña salita sin ventanas, con varias sillas dispuestas alrededor de una pequeña mesa de cristal, sobre la que descansaba un cenicero repleto de papeles y un ejemplar de la revista F1Writers, en el que se veía a Kamui subido en lo más alto del podio. Nico pensó “papá no me preparó para esto”.

Ross fue el primero que habló y, tras IndyCar a Nico que cerrase la puerta, se acomodó en una de las sillas y se mesó los cabellos.

–No voy a permitir que convirtáis mi equipo en una escudería de karts –dijo enojado Ross–. Si os queréis divertir ya sabéis donde están los campos de fútbol. Es una vergüenza lo que habéis hecho en la pista. Os comportásteis hoy como bebés, y se os olvida lo que cuesta todo esto, se os olvida que tenemos a todo un país detrás, se os olvida que tenemos a la marca apoyándonos, y creedme, si no les servimos, el año que viene nos vamos todos a la oficina de empleo. ¡El 22 y el 23, solo le hemos ganado a uno de los españoles!
El semblante de los dos pilotos lo decía todo, y el mismo Michael, tantos años junto a Ross, se sorprendió por la actitud que estaba tomando su jefe. Carraspeó e iba a decir algo, pero Ross se le adelantó.

–Te puedes retirar, Michael.

Al joven Nico se le heló el corazón, y apretó rabioso los dientes. Esto significaba que otra vez se salía de rositas el abuelo y le tocaba a él asumir las culpas y hacer las modificaciones pertinentes. Michael se levantó obediente y colocó su mano, condescendiente, sobre el hombro de Nico, que con un levísimo movimiento le hizo apartarla. Se quedaron solos, Ross y Nico. Al joven adonis le iba a estallar el corazón, y maldecía en secreto al abuelo, que siempre se salía con la suya. Ross se levantó y se sentó a su lado. Nico sintió un ligero y desagradable olor a sudor y trató de calmar su intranquilidad. Respiró.

–No entiendo, Ross, siempre tenemos que…

Con un ademán, Ross le interrumpió.

–¿Crees que solo tienes un rival en las carreras, Nico? ¿crees que es suficiente vencer a Michael para ser mejor que él? ¿crees que te hemos contratado para que termines las carreras en la posición 22?

–¡Creo que el equipo está montado alrededor de Michael, y cuando en la pista soy mejor que él, todos en el equipo piensan que no estoy trabajando bien! –dijo Nico, casi gritando a Ross–.

–No pelees conmigo, Nico, porque saldrás perdiendo. ¡Escúchame! –bramó Ross–.

A Nico se le erizó el vello del espinazo y se preparó para oir algo muy desagradable, algo para lo que su padre no le había preparado. Ross arqueó una ceja y le señaló con un dedo.

–No sé de donde has sacado esos aires de grandeza, pero te lo voy a dejar muy claro, y quiero que te lo grabes de una puta vez debajo de esa jodida melenita. Eres el segundo piloto del equipo –dijo en voz más baja Ross–. No te voy a consentir que vuelvas a hacer otra maniobra como la de hoy, dedicada exclusivamente a obstaculizar a tu compañero, y que no se te olvide que es tu jefe de filas.

Ross tragó saliva y observó atentamente a Nico, que evitaba su mirada, fijándola en el cenicero. Este chico tiene maneras, pero ha tenido muy mala suerte –pensó condescendiente Ross, que se relajó en su sillón–.

–¿Qué te ocurre , Nico? Estás en un equipo de primer nivel, tienes todos los medios a tu disposición, estás adquiriendo la mejor experiencia que se puede tener en la F1, y te estás comportando como un chiquillo caprichoso.

–No soy feliz, jefe –dijo el joven apesadumbrado, aliviado por tener la posibilidad de hablar–. Entré a este equipo para luchar por el campeonato, era el número uno ¡y estaba preparado para ello! Y sin embargo, fue entrar Michael con nosotros y todo el mundo se centró en él, me dieron la espalda, todos, incluso mi ingeniero de pista, le proporcionan datos, le dan consejos, oyen sus explicaciones, y a mí, no me hace caso nadie. No, no estoy celoso, Ross, creo que estamos trabajando de forma errónea. El abuelo es mayor ya, y no creo que os pueda dar glorias.

Nico se expresó como si el equipo ya no fuese el suyo. Ross le oyó con paciencia e interés, calculando, midiendo el alcance de lo que decía Nico. Sabía de sobra que el chico tenía razón, pero no podía dársela, pues sería admitir su propia ruindad.

–Cinco –se limitó a decir friamente Ross–.

El chico levantó la vista del cenicero y miró interrogante a su jefe. Tras unos segundos de duda, tras los que creyó entender que el jefe le estaba dando cinco carreras de libertad para demostrar su poderío, Ross dijo contundente:

–Sabes que cuando te dice tu ingeniero “Cinco” es la señal para que reduzcas al máximo el consumo de combustible ¿Cierto?

Nico abrió la boca para responder, pero Ross no esperó respuesta.

–Pues cuando yo te diga por radio “Nico, cinco”, significa que deberás disminuir tu ritmo de carrera y dejar pasar sin que se note demasiado a Michael, tu compañero.

Ross observó fijamente la reacción de sus palabras en el rostro de un Nico que había levantado la cabeza y le miraba fijamente, entre sorprendido e indignado. Fueron unos momentos tensos, llenos de pasión controlada. Cuando Ross vio que el ardor en la mirada de su pupilo se apaciguaba, se levantó y, al igual que Michael, dio una palmada en el hombro de Nico, que esta vez no rechazó.



"Cuando una batalla está perdida, sólo los que han huido pueden combatir en otra"
Demóstenes          

11 comentarios:

  1. ¿Sigues con diarrea Herzog?

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  2. Ahora resulta que te ablandas Herzog, y que le hechas las malas al kaiser. No disimules que estas hundido in miseria por el mal resultado de tu ídolo.

    Ya sabes, las penas con pan...

    jajajaja

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  3. con los antecedentes de Michael.... órdenes de equipo, la mancha en la brillante corona del Kaiser

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  4. ¿Schumacher perjudicado por ordenes de equipo? tomate la medicación anda. El no juega a eso, si no tiene todos los ases no juega, de ahí que ahora esté a punto de tomar el prozac

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  5. -Anónimo 5: Me refiero a que su persona quedará perjudicada, su caché, su valía, simplemente por haber sido benediciado por las órdenes de equipo.

    Pero no os engañéis, que casi todos los buenos pilotos, los number one de los equipos, se benefician de ciertos manejos, por encima de sus compañeros. Que se lo digan a Alonso y sus buenas piezas, en detrimento de Nelsinho.

    Saludos

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  6. Michael tiene aún unas cuantas carreras para que tu relato comience a tomar forma en la realidad. Pero si Nico sigue así tal vez nunca volvamos a ver a Tito Ross decantarse por su sobrino favorito...

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  7. -Amulius: El tito Ross es un pájaro de mucho cuidado y opino que de darse el caso de tener que escoger en el supuesto que planteas, haría un mutis por el foro y diría que en Mercedes no hay favoritismos y que los pilotos son iguales.

    Realmente complicados estos tejemanejes.

    Saludos

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  8. Excelente Herzog...
    Deberías escribir una novela..

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  9. Gracias Jorge. Lo intenté hace ya unos años, pero mi materia gris se resentía ante tamaño esfuerzo, y me centré en recolectar remolacha azucarera, que es bastante más relajadito intelectualmente.

    Saludos

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  10. Hoy debemos estar todos felices y contentos. Alonso y Hamilton saldrán en la carrera de mañana muy muy muy retrasados. Si no tienen ningún toque en la salida nos darán espectáculo del bueno. Por cierto Martín, Nico ha vuelto a superar a Schumi... Puede que tu relato se quede en mera ficción... Un saludo!!

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  11. -Amulius: ¿Mera ficción? Como ninguneais mis dotes de visionario ;)
    Claro que es mera ficción, pero posible. además, en mi ficción queda también primero Rosberg.
    Sobre la carrera de mañana... puede ser espectacular, pero hay un punto en el que tengo especial interés: cuando Hamilton y Alonso lleguen a sobrepasar a Button. Ahí veremos de qué pasta está hecho Jenson y si merece o no el campeonato pasado.

    Saludos

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